-Pautas de presentación entre gatos y perros - Consultora Felina
961
post-template-default,single,single-post,postid-961,single-format-standard,bridge-core-2.3.1,ajax_fade,page_not_loaded,,qode-title-hidden,qode_grid_1300,qode-child-theme-ver-1.0.0,qode-theme-ver-21.7.1,qode-theme-bridge,disabled_footer_bottom,qode_header_in_grid,wpb-js-composer js-comp-ver-6.2.0,vc_responsive,elementor-default,elementor-kit-351

-Pautas de presentación entre gatos y perros

El dicho de “llevarse como el perro y el gato” como símbolo de relaciones imposibles, afortunadamente no es real.
Perros y gatos pueden tener una muy buena relación, con una base siempre presente: El RESPETO del perro hacia el gato.
En un hogar con perro y gato, el que potencialmente es más débil y lleva las de perder es el felino. Y el que por su propia etología necesita que se respeten sus espacios, así como poder circular libremente por la casa, y jugar por la casa sin la intervención del perro, a no ser que el propio gato le busque, es el gato.

Por tanto, y en principio, el tipo de perro más adecuado será:

1. Perro adulto ya acostumbrado a convivir de modo respetuoso y armónico con gatos.

2. Perro cachorro al que se adiestre desde el primer momento en el respeto al gato (y el gato con el que conviva no sea un gato bebé, sino que pueda saltar a lugares donde el cachorro de perro no llegue, y por tanto pueda sentirse a salvo y seguro), y se le dedique mucho tiempo a enseñarle que sepa utilizar el autocontrol del instinto de caza y persecución.

3. Perro adulto al que, previamente a la llegada del gato, se haya adiestrado en el aprendizaje de la obediencia a órdenes, y el autocontrol de los impulsos de juego y caza.

Los métodos para presentar un gato en una casa donde ya vive un perro requieren varios pasos, pero este trabajo previo con el perro hay que tenerlo muy en cuenta para que la relación pueda ser fluida y beneficiosa para ambas especies.

El tiempo necesario para que perro y gato se lleven bien será muy variable, dependiendo de diversos factores en ambos animales, pero la media es de unos diez días a un mes de duración. Por tanto, hay que ser paciente, y saber que mínimo durante ese tiempo, el gato estará en una zona de la casa donde no pueda acceder el perro, tanto en el caso de que el primer habitante de la casa sea el gato, como en el caso de ser el gato el recién llegado.

 

Presentaciones si es el gato el que llega a la casa donde ya vive un perro:

 

Primer paso, dejar al gato cuando llega a la casa en un área pequeña y protegida. Servirá un cuarto relativamente pequeño, un dormitorio, un despacho, con todas sus cosas dentro, y con una puerta que estará cerrada.

Inicialmente los espacios pequeños y cerrados le permiten a un gato sentirse seguro, y aceptar su nuevo entorno más rápidamente. Mientras está protegido tras una puerta, el gato puede familiarizarse con los ruidos y olores de la casa, y con las nuevas personas. Gradualmente este miedo va pasando.

Una vez que el gato se ha adaptado a entorno y personas, es el momento adecuado para el próximo paso. Sabremos que el gato confía en nosotros cuando al entrar en la habitación venga a recibirnos, levante el rabo, pida mimos, o se tumbe para que le hagamos caso, e incluso nos maúlle para saludarnos. Entonces ya va llegando el momento de que vaya familiarizándose con el olor del perro.

Antes de entrar al cuarto del gato, frota tus manos sobre tu perro, y luego acaricia al gato con tus manos con el olor a perro. Frota una toalla o alguna ropa sobre el perro, y déjalo en el cuarto del gato para que el gato pueda familiarizarse con el olor del perro.

Cuando el gato esté listo para abandonar el cuarto, te lo hará saber. Verás sus patitas por debajo de la puerta tratando de salir, y va a maullar más, y va a intentar salir rápido por la puerta cuando tú entras o sales. Es cuando está listo para pasar a un cuarto más grande, o en el caso de que no sea factible, estará listo para conocer al perro en ese mismo cuarto.

Una vez que el gato este cómodo en su cuarto nuevo y más grande, lleva al perro con una correa. Hay que estar muy atento. Todo se basa en el entrenamiento del perro, ya que debido a que el perro es inicialmente más peligroso para el gato, el perro debe ser entrenado para que nunca ladre o ataque al gato. El gato se acercara más cuando sienta que no hay amenaza.
Si el perro ladra, o se lanza hacia el gato, habrá que entrarlo a la siguiente ocasión con un bozal. Se trata de que no asuste al gato, y empiece a respetarlo y a autocontrolarse.

Cuando el perro ya entre en la habitación con correa, si es necesario con bozal, y no ladre ni se active demasiado, pídele al perro que se siente mientras ignora al gato.

 

Recompensa al perro por su comportamiento bueno y calmado. Un comportamiento negativo y predador, tal como tratar de alcanzar o cazar al gato, requiere de un NO con tono bajo y muy firme. No necesitas gritarle al perro (mantén en mente que el gato se puede asustar por órdenes en voz muy alta, porque no va a saber si le gritas al perro o a él). Es más fácil para los animales el escuchar y responder a una voz baja, calmada, y firme, que a una fuerte y chillona. Nosotros también debemos fomentar el propio autocontrol, la paciencia, persistencia, y la calma.

Estas presentaciones se deben realizar siempre en lugares donde el gato pueda estar en alto, a una altura donde no pueda ser una presa para el perro, y debe estar totalmente libre para decidir sus acciones. Jamás debe cogerse al gato en brazos para acercarlo al perro. Ni mucho menos obligarle a estar al lado del perro contra su voluntad, forzándole. Este será el inicio de una mala relación probablemente para siempre.

 

El gato es un animal que necesita percibir que lleva el control de cualquier situación. Para él, la percepción de la falta de control implica un aumento de la ansiedad, y una activación que le prepara para tener que defenderse de una situación peligrosa.
Para que el gato perciba control, debe estar libre de movimientos y sobre todo debe poder subirse a muebles o estanterías, espacios verticales donde mantenerse lejos del perro, si así lo decide.

Es común que un gato se asuste durante estas presentaciones iniciales; si esto ocurre, llévate al perro y repite el procedimiento tan frecuentemente como sea necesario para que el gato permanezca calmado cuando está con el perro. Es fundamental ser paciente y persistente.

Nunca dejes al perro y el gato sin supervisión en estas primeras etapas. Hay que seguir observando su comportamiento y su lenguaje corporal cuidadosamente, ya que un acoso por parte del perro, y que invada en exceso el espacio de seguridad del gato, puede dar lugar a una situación negativa para ambos.

Es el gato el que debe tener interés en acercarse al perro, quien tiene que empezar las interacciones. Si es al contrario, y es el perro quien quiere “jugar” con el gato, eso es una invasión del territorio y de la distancia de seguridad para el gato, que reaccionará probablemente ofreciendo zarpazos, bufidos y gruñidos al perro.

Un gato no ataca, ni muerde, ni mete zarpazos a un perro, si éste no le acosa, le acorrala o le invade. El gato pide respeto, y el perro debe respetarlo. Lo contrario es una situación en la que la relación es desigual, y es el perro el que acosa al gato y no le da la posibilidad de poder jugar, correr, dormir, funcionar por la casa con libertad de movimientos.

Las presentaciones apresuradas, o el hecho de minimizar las conductas inadecuadas del perro hacia el gato, darán lugar a relaciones de dominancia o acoso, que harán que el gato pierda calidad de vida, y genere problemas de conducta indeseada, al aumentar su nivel de estrés a límites inaceptables para él.

Por tanto, gatos y perros por supuesto pueden convivir, pero siempre que el perro sea apto para la convivencia con gatos.

 

En el caso de que sea el gato el que ya vive en la casa, y se lleva al perro:

 

Las premisas de respeto, autocontrol y adiestramiento en obediencia a órdenes con el perro, son las mismas, y será el perro el que se mantenga confinado en una zona pequeña, al ser el recién llegado, hasta ir entrando poco a poco siguiendo las fases de presentación, en el resto de territorio del gato.

En ningún caso se deben permitir las carreras acorralando, ni las persecuciones, los ladridos sin fin intimidando al gato, o los juegos en los que unilateralmente el perro toma al gato como una presa o un juguete. La relación entre ambos debe ser de equilibrio, respetando ambos la libre circulación y actividades en la casa de uno y otro.

Y si finalmente no es posible la convivencia, obviamente quien debe abandonar la casa para buscar otro hogar es el último que ha llegado. Sea el perro o el gato quien estaba antes, ya pertenecía al lugar y a la familia, y para el último en llegar será mucho menos traumático un nuevo cambio de hogar y la búsqueda de una nueva familia.

Se debe aprender siempre de errores, y si ese primer perro o gato que hemos llevado a casa no acopla con el perro o gato que tenemos, sabiendo ya cuál es la causa para que no hayan podido convivir, podemos buscar otro perro o gato con un carácter compatible con quien ya vive en casa, o dedicar tiempo al adiestramiento del perro para que pueda ser capaz de convivir respetando a un gato.

Si ya tienes perro y gato, no hiciste las presentaciones de modo adecuado, o por diversas razones su interacción ha cambiado, y la convivencia no es armónica, contáctame y buscaremos el modo de conseguir que puedan tener una relación en la que no se lleven “como el perro y el gato”.

Pura
consultorafelina@hotmail.com
No Comments

Publicar un comentario